Lo que nos quedan a deber a los electores, los partidos y las
coaliciones de partidos, son, auténticas precampañas democráticas para la
selección de los y las candidatas. Tanto el Frente Opositor, como Movimiento
Ciudadano y la colación de partidos encabezados por Morena, todos han escogido
sus candidatos atendiendo paridad y género (afortunadamente en eso sí
avanzamos), pero en definitiva, bajos métodos que no se ajustan a un mínimo de
democracia interna. El derecho de los militantes a elegir su candidata o
candidato, mediante su voto, no puede ser suplantado ni desplazado por
encuestas (estudios estadísticos de aproximación a la realidad), ni por sondeos
de posicionamiento, ni por criterios cupulares de rentabilidad electoral. Las
precampañas solo tienen sentido, si y solo si, se adquiere el compromiso de aplicar
un método primigenio de elección democrática, que debe acontecer de forma
previa a la elección constitucional.
El surgimiento de elecciones ‘primarias’, abiertas y cerradas en
varios países, especialmente en Estados Unidos a lo largo del siglo XX, marcó
un desarrollo significativo en la estructura de las precampañas. La expansión
de los medios de comunicación, la creación de las redes sociales, las
plataformas digitales y el Internet, transformó la forma en que se procesan
esas pretensiones para ser candidatos, convirtiendo estos procesos en cada vez
más visibles, complejos y costosos.
De ahí nace la iniciativa del legislador federal para regular
estos periodos llamados de “precampañas”. Tiempo, también, para asegurar el
apoyo financiero, necesario para las campañas. Las precampañas en esencia
significan, la etapa previa al proceso electoral constitucional, donde los
aspirantes a candidatos de un partido político realizan actividades para ganar
el apoyo en votos de sus simpatizantes o militantes para ser nominados (es
decir, legalmente registrados) como candidatos o candidatas oficiales
(legalmente constituidos), para competir en la elección constitucional por
cargos públicos.
Las precampañas en México fueron determinadas y reguladas por la
ley hace aproximadamente una década. Resultan hoy sustanciales en el proceso
democrático, aunque estén absolutamente desvirtuadas. Las actividades de
precampaña incluyen hoy reuniones públicas, asambleas, marchas, congregaciones
y eventos donde los aspirantes se dirigen a electores, simpatizantes y
militantes, para persuadirlos de apoyarlos. Tal como están concebidas, estos
periodos de precampañas, deberían implicar debates internos y votaciones
primarias o convenciones de nominación.
Las regulación de precampañas, busca asegurar un ‘piso’ de arranque
equitativo, entre los distintos aspirantes a candidatos. Esto incluye, naturalmente,
un control de gastos y el acceso equitativo a los medios de comunicación.
Asunto que, en definitiva, no acontece en absoluto. De hecho, cada proceso va
evolucionando peor. Al regular las precampañas, se pretendió prevenir sobre la
influencia indebida en el proceso electoral constitucional, a causa de la
propaganda anticipada (que ahora es la regla) o el uso indebido de recursos
públicos (decididamente fuera de control).
Durante este año, las precampañas fueron iniciadas antes de los
tiempos legales, incumpliendo la ley y ridiculizando a las autoridades
electorales. En todos los partidos, fueron utilizadas para reproducir actos
anticipados de campaña, sin ninguna incidencia democrática en la selección de
los y las candidatas. Una burda y dispendiosa simulación, ociosa e ilegítima, incluso
aplicada a casos donde no hay nada que seleccionar, porque se registró ¡un solo
aspirante a candidato! Juego o broma. Burla o mofa. Engaño o farsa. Sarcasmo o
ironía. Eso sí, ausencia, absoluta, de convicción democrática.
Fernando Dworak, politólogo y profesor del CIDE, señala que las
precandidaturas suelen ser ‘ejercicios de simulación’, actuando como campañas
anticipadas. A pesar de las restricciones legales, como la prohibición de
llamar al voto y la necesidad de dirigir la propaganda solo a los militantes
del partido, ‘en la práctica se desarrollan actividades típicas de campaña’.
Esta situación es particularmente evidente en casos de candidatos únicos. Una
desviación del propósito único de las precampañas.
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