El
pasado sábado, Pedro Kumamoto, comunicó ir en coalición con Morena, PT, PVEM y
Hagamos. Kumamoto es el liderazgo más visible en el partido ‘Futuro’. La
decisión desató un fenómeno sociológico, que bien se puede nombrar como
#KumaFobia. Más allá de los reclamos justificados, amistosos, airados, interesados,
nostálgicos, trasnochados, de protagonismo personal egocéntrico, de abandono y
desdén, o de una ingenua idea que ignora que la actividad política es un camino
sinuoso; lo cierto es que el anuncio de la coalición en Jalisco, encabezada por
Morena, augura una competencia local real, donde todo puede suceder
(incertidumbre democrática).
La
contienda está ya vigorizada, aunque falta mucho por advertir respecto de los
candidatos (as), los equipos de campaña, la creatividad, los errores de los
gobiernos, las fracturas y desprendimientos y la capacidad de los líderes para
cohesionar sus expresiones políticas. Podría ganar, el menos soberbio (no es
cosa fácil). El o la que menos se equivoque.
Es
así, porque, también, las coaliciones electorales juegan un papel importante en
el establecimiento y mantenimiento de frenos y contrapesos (checks and
balances) en una democracia. Se utilizan para evitar que una sola entidad o
grupo concentre demasiado poder, como sucede en Jalisco, y para auspiciar que gobierno
y oposición se equilibren, manteniéndose mutuamente en vigilancia. Como en todo
el mundo, las coaliciones a menudo requieren que los partidos de diferentes
ideologías, trabajen juntos; lo cual modera las políticas extremistas. Al tener
que negociar y comprometerse, los partidos son impulsados a adoptar posiciones
más centradas y admisibles para un espectro más amplio de votantes y partidos,
socios de la coalición.
En
entidades donde existe un partido hegemónico, con una figura política con exceso
de control extra constitucional del poder -como acusa la realidad en Jalisco-,
las coaliciones procuran un contrapeso necesario. Articulan a partidos más
pequeños con una fuerza considerable que sí puede plantar cara y equilibrar la
competencia. Las coaliciones, como la de Jalisco, tal vez ocurren para impedir
que un solo partido obtenga una mayoría aplastante y, por ende, demasiado control
del poder; lo que, evidentemente, no es saludable para la democracia.
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