Por ejemplo, la senadora morenista, Malú
Micher, cercana colaboradora de Marcelo Ebrard, calificó como “una
estupidez” las especulaciones sobre que el excanciller migrará a Movimiento
Ciudadano para ser candidato presidencial: “Nosotros no tenemos otra
obligación más que cuestionar el proceso, solicitar que se limpie, que se reponga,
pero eso no quiere decir que tenemos que salir, es como cuando estás en
una familia, y ves que las cosas no van bien, las corriges, pero no rompes con
la familia. Esa es la familia que tenemos y con la que hemos caminado”. López
Obrador es un presidente fuerte, y las posibilidades de que su candidata gane
la presidencia son altas.
Que Marcelo rompa con el presidente, se
ve poco probable, si la política tiene sentido para él. Que pueda ser parte de
una estrategia para dividir el voto de la oposición, en acuerdo con el
presidente y el líder de Movimiento Ciudadano, resulta una hipótesis más
elaborada. Lo cierto es que, a pesar de la falta de empatía del presidente con
su idea de ser el sucesor, Ebrard tiene pocos incentivos para tirar por la
borda una relación política que la ha concedido grandes activos.
Marcelo Ebrard es importante para el
presidente López Obrador debido a su colaboración de larga data. Su influencia
y contribuciones han sido fundamentales para el gobierno de AMLO. Ha demostrado ser hábil en la construcción de
alianzas políticas y en el manejo de coaliciones. Su capacidad para negociar y
trabajar con otros actores políticos ha sido valiosa para el gobierno del
presidente, especialmente en el Congreso, donde probablemente tendrá su siguiente
encomienda; ya sea desde el partido del presidente (Morena), o desde una
oposición pactada.

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